lunes, noviembre 14, 2005

Subcultura vs. Cultura light en Cuba

Ellos:

Se pueden llamar de una manera específica, casi siempre comenzando con Y o usando el equivalente a la pronunciación de un nombre extranjero. No necesitan estudiar o trabajar. Hace tiempo comprendieron como virtud de la sociedad en la que se desarrollaron, que lo importante, a pesar de lo que diga y proclame la verdad oficial, es tener dinero.

Ya cumplieron los 20 años, aunque el único indicativo de madurez que suponen es el de estar a la moda, desfilar por una pasarela imaginaria donde puedan mostrar sus confecciones supuestamente originales y sus gruesas cadenas brillantes.

Crían caballos o cuidan perros de pelea, quizás los únicos animales en los que pueden descargar todas sus frustraciones, esas que se derivan de la falta de dinero, de interrumpir la racha consecutiva de fines de semana con cervezas enlatadas que se beben sentados en el mobiliario plástico de un establecimiento en divisas.

No leen ni opinan sobre la guerra. Les basta una sesión larga de películas de vídeo etiquetadas con ingredientes como la violencia, el sexo y su lenguaje; porque tampoco se acuerdan muy bien del español, prefieren agotar sus conversaciones con frases tomadas de estribillos de música salsa.

Se mueven entre las peripecias de todo cuanto se vende y compra de manera ilegal, mientras sueñan con la estrella extranjera de turno, con su auto, su mascota y sus joyas. Evitan los proyectos a largo plazo, lo fundamental es el día a día, a no ser que la fortuna sonría y se aparezca camuflada en determinado número que multiplicará los beneficios.
Andan en grupos o en pequeñas congregaciones, aunque no se declaren devotos de ninguna religión, si acaso de ciertas prácticas folclóricas que conviene mantener por las apariencias.

Se confunden en las calles con el paso de los transeúntes apurados, aunque a ellos no les vaya esa versión de vida moderna, siempre yendo de un lugar a otro, con preocupaciones sobre la comida, el futuro o la falta de corriente eléctrica. Solo les motiva pensar que mañana es otro día, que se necesitarán más billetes y no les preocupa. Tal vez hace muchos años cuando se vestían con un uniforme igual al de muchos contemporáneos, alguien les habló del hombre nuevo, pero claro, los años pasan y no todos retienen lo que les enseñaron en la escuela.

Ellas:

Tienen la misma edad que los aludidos, aunque eviten los temas relativos al envejecimiento. Por si acaso, se informan todo lo que pueden sobre productos de belleza, cremas, lociones, esencias, como un medio para alcanzar ese éxito que, según aseguran, les pertenece.

Suspiran por los culebrones latinos, sobre todo por esos en los que hay una heroína y pésima actriz que solo en el capítulo final se liberará de tanto sufrimiento. A fuerza de no interesarse por la realidad que les circunda, prefieren seguir los avatares de las parejas famosas, que siempre aparecen en las revistas del corazón.

Lucen vaporosas vestimentas, estilizados bluyines, inalcanzables para los bolsillos comunes, pero imprescindibles para reafirmar la pertenencia al club, en el que todo es importado, exclusivo, caro y, a la larga, intrascendente.

Devoran noveletas por entrega, alquiladas y románticas, y tampoco discuten sobre la guerra, aunque se conmuevan hasta las lágrimas ante las imágenes relativas a los crímenes, abusos, niños hambrientos o ciudades arrasadas.

Sueñan con los objetos y accesorios adquiridos en rebajas o en departamentos de todo por un precio, los que luego adornarán con profusa distribución las paredes de sus casas, hogares que compartirán con sus esposos y que llenarán con la esperanza de una maternidad que complemente todas sus aspiraciones como ser humano.

También caminan por las calles entre la vorágine diaria que acelera el paso, y tropiezan con las demás que apenas si reparan en su apariencia, de tan ocupadas que están en la estrategia salvadora para una mínima cena familiar, en el abundante chorro de una llave abierta o en un aséptico y normado capítulo de telenovela que verán si vencen al cansancio o si no dura demasiado el repaso desastroso al mundo.

Mientras tanto las otras puede que terminen en una discoteca, seguras de que los innumerables brincos y movimientos pélvicos serán la mejor prueba de la liberación femenina y la igualdad de los sexos, aunque tal vez supongan que ya han escuchado algo semejante en otro sitio, pero eso a quién le importa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tu opinion tine muchos puntos en los cuales tenes razon , pero mucho en los que no, la generalizacion no es algo que se puede aplicar en la opinion o descripcion de un grupo