La primera referencia de Descemer Bueno me llegó a través de las canciones de Gema y Pável. Sabía que este músico cubano con base en Nueva York, no era sólo un excelente compositor sino un exitoso productor discográfico. Luego conocí su paso por Yerbabuena, aunque apenas pude acceder a lo que hacían. Cuando me llegó el disco Art Bembé, me sorprendió su notable acabado y comprobé que Descemer era en gran medida responsable de esta magnífica obra realizada bajo influencias muy contemporáneas. Eso sin desestimar el aporte de las voces de Gema Corredera y Pavel Urquiza.
Es curioso que para esa época, Descemer era ya uno de los principales creadores de la isla, además de un reclamado maestro para producir discos exitosos. En el 2005, la banda sonora de Habana Blues añadió más comentarios favorables a su currículum. Su Sé feliz iba camino a convertirse en lo que es hoy, un tema imprescindible en la cancionística nacional. Solo pude ver la película a finales del 2006, insertada en un Festival de Cine de América Latina en Londres; sin embargo, antes me había llegado una colección en la que varios artistas interpretaban boleros de Descemer Bueno.
En un principio me pareció raro que se incluyera este género, que casi no tiene compositores jóvenes, sobre todo si estos son más conocidos por creaciones donde prima la fusión y no por el seguimiento a ciertas pautas estilísticas propias del bolero. Pero luego de escuchar la compilación y reconocer a voces de consagrados como Manolo del Valle y Anaís Abreu, junto a otros como Haydée Milanés y la propia Gema, no me quedaban dudas sobre la autenticidad aquel puñado de canciones.
Aún no sé si llegó a editarse en formato de compacto, pues tras una rápida investigación descubrí que muchos de los temas habían formado parte inicial de otros álbumes grabados por mismos cantantes. Mas en el descubrimiento no había nada sorprendente. La manera en que la música circula en Cuba serviría para el argumento de una o varias novelas policiales, esas con muchas pistas y datos. Por obra y gracia del intercambio, es posible que uno termine teniendo acceso a grabaciones que no pasaron de una matriz discográfica.
Además, creo que todo el que trabaje en la Radio de la isla se contagia de cierta necesidad incontrolable de buscar y explorar lo que se hace musicalmente en el país, sobre todo si le interesa promoverlo en sus programas. Los mecanismos de distribución entre las disqueras y el Instituto Cubano de Radio y Televisión resultan tan desastrosos que mucho de lo que se produce en los estudios de grabación, nunca se da a conocer a través de la radio nacional o provincial. Por suerte, tanto en la capital como en provincias, hay realizadores que no se resignan a radiar solo lo que llega por “envíos” oficiales, siempre exiguos y anticuados y, por supuesto, parcializados en cuanto a ritmos y tendencias.
Por eso cuando el conocido bolerista Fernando Álvarez falleció en el 2002, no fue casual que no recordara haber leído nada referido al CD que grabara poco antes con el título de Sé feliz. Meses atrás, mi buena amiga Mercedes Borges me lo incluyó en uno de sus tradicionales “envíos” musicales. Desde la primera sesión, he vuelto más de una noche a este álbum de boleros tan tradicionales como modernos. Confieso que no tenía al cantante entre mis preferidos, aunque no dejara de reconocer sus excepcionales cualidades como intérprete, no por gusto calificado como “la voz del bolero” por algunos especialistas. Sin embargo, tras escucharlo en esta grabación, lo he puesto definitivamente en mi lista.
En Sé feliz, Fernando Álvarez se oye demasiado nasal por momentos, pero qué a tono con las letras desgarradoras y tiernas a la vez. Él canta, casi con el último aliento, con esa habilidad que acaban adquiriendo los boleristas para trasmitir emociones, sobre todo si se trata de baladas que, como se dice, acaban con uno. ¡Cómo logró adaptar el estilo más enérgico de sus clásicos de antaño a esa cadencia tan íntima que identifican los boleros de este compacto!
Sin duda, a ello también contribuye la melodía. Los arreglos remedan en ocasiones la sonoridad de las orquestas de los años 50 por la protagónica presencia de los metales y de esas trompetas que suenan como si fueran capaces de cortar de un solo tajo la noche, la soledad o el desamor. En otros momentos, es innegable el énfasis más contemporáneo en la orquestación, pues en medio de la melodía de fondo surge un solo más jazzeado, o más cercano al blues.
Es una pena que Sé feliz tenga un consumo underground, ya que no recuerdo que en el 2002 o en los posteriores, estas canciones se divulgaran. Ni siquiera, en mi memoria, logro ver el CD en los estantes de las tiendas de ARTEX, esos donde tantos discos pierden el color original de sus portadas como marca de envejecimiento ante la indiferencia de turistas desconocedores y la imposibilidad monetaria de los nacionales. Mientras tanto guardo mi copia como un verdadero tesoro sonoro y esperaré pacientemente a que esta última grabación de Fernando Álvarez se vuelva todo un clásico de la música cubana del siglo XXI. A Descemer Bueno le hago ya la reverencia correspondiente por su genialidad y le deseo muchos años de provechosa creatividad poética y musical.