Edward Burtynsky es un reconocido fotógrafo
canadiense que se ha especializado en los últimos años en retratar paisajes.
Sin embargo, más que representar la belleza de grandes extensiones de tierra en varias zonas del mundo, Burtynsky se ha destacado por dejar constancia de cómo
estos han ido cambiando en el llamado Período Antropoceno. Su muestra Agua,
parte de un proyecto mayor enfocado a mostrar cómo se manejan y usan los
recursos hídricos, se exhibe actualmente en la galería principal de la
Kunsthaus de Viena hasta el mes de agosto. En ella el artista retrata escenas
impresionantes sobre los efectos que ha dejado el cambio climático y la sobreexplotación
humana en ls paisajes acuáticos de todo el globo.
Tal vez la primera impresión al ver las
grandes y detalladas escenas de Agua, sea la de la incredulidad. En algunas
cuesta un poco equiparar lo que ha captado el lente con las más idílicas y
estereotipadas ideas que cualquiera pueda tener acera de lo que constituye un
paisaje. Porque aunque el fotógrafo ha tomado fotos de zonas específicas del
mundo y aunque uno admita la posibilidad de que existan panoramas lo
más diverso posibles que los cercanos adonde uno vive, es difícil suponer que
las imágenes reflejan espacios de nuestra geografía y no que se trata de
recreaciones pictóricas de otros mundos y planetas.
Como aclara Burtynsky, tales colores y
atmósferas no siempre ocurren de manera natural, pues él, fiel a su estilo,
sabe captar magistralmente también el origen del cambio. Y en casi todos los
ejemplos la transformación ocurre por un efecto antrópico, por la no siempre
efectiva acción del hombre y la tampoco convincente necesidad imperiosa del
progreso.
Con motivo de la apertura de la exposición,
el canadiense viajó a la capital austríaca, donde conversó sobre las fotos
exhibidas y los proyectos en los que trabaja actualmente. Burtynsky parece un
convencido de las posibilidades de la tecnología, pues muchas de sus fotos se
han realizado gracias a cámaras de alta resolución, drones y hasta mediante la
superposición de varias imágenes parciales para formar una especie de lienzo
mayor en el que puedan apreciarse mejor los detalles de la instantánea.
Con tal idea viajó, por ejemplo a Kenya en abril de 2016, para presenciar la operación internacional organizada por el presidente Uhuru Kenyatta para la destrucción de más de 100 toneladas de marfil, en un intento por eliminar el tráfico internacional y concientizar al mundo sobre la protección de los elefantes. Once piras gigantes de colmillos que pudieron haber pertenecido a cerca de 6000 paquidermos fueron armadas en el Parque Nacional de Nairobi, en una "ceremonia" a la que también fueron invitados varios presidentes africanos.
Con tal idea viajó, por ejemplo a Kenya en abril de 2016, para presenciar la operación internacional organizada por el presidente Uhuru Kenyatta para la destrucción de más de 100 toneladas de marfil, en un intento por eliminar el tráfico internacional y concientizar al mundo sobre la protección de los elefantes. Once piras gigantes de colmillos que pudieron haber pertenecido a cerca de 6000 paquidermos fueron armadas en el Parque Nacional de Nairobi, en una "ceremonia" a la que también fueron invitados varios presidentes africanos.
Burtynsky acudió con su equipo y pudo filmarlas
antes de que ardieran. En su conferencia en Viena explicó que, gracias a la
tecnología actual, es posible –mediante un software que almacena y clasifica
las fotografías- crear un modelo tridimensional de las montañas de colmillos. Dicha
reconstrucción, pródiga en detalles, sería exhibida en algún museo para que el
visitante, tal vez mediante realidad virtual, pudiera apreciar una inexistente
armazón de pormenorizadas superficies de lo que una vez perteneció a un
majestuoso animal.
Se tratará, sin dudas, de una experiencia
curiosa. Uno podría encontrarse ante la restauración de algo que ya no existe, representado como si se tratara de un ente real. Esto conformaría una exposición singular, pues
no serían meras reproducciones de objetos, sino que constituirían piezas totalmente nuevas.
A diferencia de una expo regular, o una foto cualquiera que mostrara una
pieza desaparecida, estática y distante, en esta los visitantes podrían
interactuar propiamente con la reproducción virtual, explorar sus
características más notables. A esto se le añadiría la confirmación de que las supuestas
copias originales tampoco existirán ya, pues fueron destruidas por el fuego en
el 2016, lo que a la vez impediría descubrirlas en su estado anterior, es decir,
partes vivas de un organismo no menos vital. Parece una metáfora algo cruel
para los tiempos que corren.
Burtynsky aclara que no le interesa hacer
una declaración política, que le importa solamente mostrar el cambio en el
paisaje, una mutación que, a pesar de ser artificial no deja de resultar
sorprendente. Sin embargo, volviendo a la posible exposición virtual de los
colmillos apilados antes de ser consumidos por el fuego, imagino que cualquiera
pueda cuestionarse la necesidad de tal proyecto. No se trata de denigrar el
propio objetivo de la futura muestra, porque una vez más servirá para exaltar
las ventajas de la tecnología, sino de reflexionar sobre su posible contexto.
Tal vez baste una pequeña nota para entender que cada pieza, aunque sea
ficticia y muestre pormenores exactos del original, fue parte de algo mayor y
por ende, más importante, un animal que ya tampoco existe. No obstante, como
pieza histórica, no va a encontrar destino mejor que la sala de un museo y así,
tal vez, en lo que probablemente iniciará una tendencia que copiarán las demás
instituciones del mundo, las instalaciones de realidad virtual desplazarán poco
a poco a las actuales colecciones de animales disecados que se acumulan en los
museos de Historia Natural de todo el mundo, como muestra de la biodiversidad
del planeta.
Mientras esperamos por tal exposición, el
fotógrafo canadiense seguirá retratando paisajes a gran escala, mostrándonos cómo
cambia el mundo por la acción y efecto de la humanidad en modos que a veces
despojan a espacios conocidos de toda imaginaria familiaridad terrícola.