La salida de Krems resultó un poco complicada
cuando no encontré los habituales cartelitos de la Ruta del Danubio y
terminamos en una de las carreteras que daban a la autopista, en la que se
advertía claramente que no podían circular bicicletas. Hubo que hacer el camino
de vuelta hasta que a poca distancia aparecieron otra vez las indicaciones de
la ciclovía.
No habíamos pedaleado mucho cuando advertimos
a un grupo de ciclistas adelante que nos hacían señas para detenernos. A medida
que nos acercamos descubrimos que había un tronco de regulares proporciones que
bloqueaba el camino. Primero pensamos que había que desviarse, pero más cerca
notamos que al otro lado del tronco yacía un hombre mayor, ataviado como
ciclista, con un visible golpe en la cabeza y un largo hilillo de sangre que ya
llegaba al otro lado del camino. A su lado alguien seguía instrucciones por
teléfono, mientras otro trataba de reanimarlo. Intenté averiguar qué había
pasado, pero no entendí la explicación que me dieron. Luego de desearles que el
pobre hombre mejorara, continuamos viaje, aunque a pocos metros nos detuvo
alguien que más tarde supimos era el médico y venía dispuesto a socorrer al
accidentado. Le expliqué que estaría a unos cuantos metros en dirección contraria
y que pensaba que su estado sería de gravedad. El hombre pareció darme la
razón. Luego de avanzar durante unos diez, quince minutos escuchamos la sirena
policial y nos topamos con una patrulla que se dirigía hacia el lugar de los
hechos.
Todavía en estado de shock, sobrecogidos de
que el último día de pedaleo comenzara con tan triste acontecimiento, casi no
advertí que habíamos llegado a la estación de Altenwörth, por donde debíamos
atravesar el río por última vez. Habíamos salido de Krems en la ribera norte y
Klosterneuburg estaba situado en el sur. Antes de llegar allí pasaríamos por
Tulln, otra de las pequeñas ciudades en el Danubio camino a Viena.
Sobre el anciano accidentado busqué información al llegar, pero no encontré nada. Sólo la semana siguiente apareció una escueta nota en un medio local. Hablaba del accidente, pero tampoco esclarecía muchos detalles. Por ella supe que el ciclista aún se mantenía en el hospital, que era vecino de Krems y que tenía 77 años.
La ciclovía en la ribera sur de aquel sábado
estaba muy concurrida. Decenas de ciclistas pasaban en ambas direcciones. Era
una mañana calurosa y muy soleada, el río continuaba a nuestro lado con su
increíble continuo fluir. En Londres estaba acostumbrado a la presencia del
Támesis, pero nunca en lo que recuerdo de mis paseos por el South Bank lo noté
tan caudaloso como el Danubio.
Tulln, plaza central. |
Mientras tanto en Tulln, en la plaza
principal, nada parecía perturbar la habitual imagen de la pequeña ciudad en un
mediodía veraniego. Cerca encontramos otra taberna que también bullía
de actividad y clientes. Allí nos quedamos para el almuerzo.
Salimos de Tulln en dirección a Greifenstein
y otra vez en corto tiempo pasábamos el cartel que anunciaba la entrada a
Klosterneuburg. Lo demás fue encontrar la pensión Salmeyer, donde debíamos
dejar las bicis y luego retornar a la estación de tren por la que en minutos
pasaría el suburbano que nos llevaría a Viena. Y sin en la bicicleta los tramos
parecían cada día más cortos, sin dudas el viaje en tren superó las
percepciones sobre las distancias. Solo una parada y ya estábamos en Nußdorf,
técnicamente en el norte de Viena. Atrás quedaban cinco días de pedaleo e
imágenes de verdor, valles y la reconfortante presencia del Danubio como
compañero inseparable del trayecto.