Este 12 de abril me he despertado con la noticia de la muerte de Kurt Vonnegut. No obstante, la inmediata sensación de tristeza la he compensado luego de confirmar que el viejo Kurt tuvo una larga vida. Desgraciadamente ayer leí en El País una noticia que me sobrecogió, y creo que después de esa realidad que el diario español cuenta, la de que los de Al-Qaeda emplean niños discapacitados como bombas humanas, no me quedan fuerzas para entristecerme por algo menos terrible, a menos que sea personal.
Al escritor norteamericano le debo todavía la lectura de varias de sus obras. Eso sí, después de su leer su Desayuno de Campeones, lo incluí en mi lista de escritores imprescindibles. Aquel libro, publicado en Cuba, me sorprendió en el 89 y me sigue entreteniendo mucho después de aquel año curiosamente legendario. Hace poco, al entrar en una librería y recorrer los estantes de autores de ficción, descubrí un ejemplar y a él fui con tentación infantil, para ver si el original en inglés tenía aquellos dibujitos que nos habían escandalizado favorablemente en el último año de los 80.
Luego, cuando la necesidad me obligó a estudiar su idioma natal, conocí que Vonnegut también era reverenciado como un maestro en la técnica de escribir. Todavía muchos siguen las enseñanzas de sus talleres de escritura creativa en la Universidad de Iowa. Tras conocer estos datos, mi compromiso fue leerlo en inglés.
Hace poco terminé, Matadero 5 (Slaughterhouse 5), un texto también chistoso, impresionante y desgarrador. Quizás mi próxima lectura sean sus memorias, que salieron el año pasado bajo el título de Un hombre sin país. Supongo que para Vonnegut, el mundo contemporáneo fuera un lugar demasiado confuso para reclamar pertenencias, pero ¿qué es un país, después de todo?
No sé, hoy me acuerdo súbitamente de aquellos que a pesar de haber vivido experiencias terribles, pueden sonreír y hasta burlarse de las propias experiencias, creo que merecen el calificativo de sabios. So it goes...
1 comentario:
Hola Iván:
Cuando leí Kurt Vonnegut, no sabía quien era, perdona mi falta de cultura, pero cuando hablaste de "Desayuno de campeones", entonces sí supe de quien me hablabas. Ese libro lo llevo dentro como uno de los pocos libros en prosa (ya sabes que me he pasado la vida leyendo poesia) que leí en mis tiempos de estudiante sin que me lo hubieran obligado a leer. Lo disfruté mucho, y ciertamente, por la frscura de aquel texto, me imaginaba a este señor como un veinteañero. No sé con qué edad escribió ese libro, pero desde luego, estaba lleno de vida y de chispa creativa. Creo que alguna vez tú y yo comentamos todo aquel tema de los castores abiertos y cerrados, y de los blumers, cosas que nos escandalizaron por aquellos años ochenta. Un placer leerte. Un abrazo:
Tadeo
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