Desde que vivo en Londres mi rutina ha cambiado mucho, aunque no he podido zafarme de la costumbre de amanecer con la radio. Ahora tengo a Today como clásico despertador. Escucho el programa en Internet mientras me desperezo y reviso además lo que publican una serie de webs y blogs de periódicos y medios de prensa de mi lista de favoritos.
La radio me resulta una excelente compañera en ese ejercicio de repasar las escenas cotidianas y confieso que me atraen, más que nada, las voces. Esa diversidad de acentos y tonos, de juicios y crónicas, me conecta de inmediato con el latir de esta ciudad caótica y diversa.
Today me deja bastante satisfecho, ya sea por su equipo de profesionales, por las entrevistas en vivo y hasta por el comentario de personas autorizadas titulado “Reflexión para el día”. Me interesan los temas del acontecer británico pues son parte de mi empeño constante por entender este país, pero de vez en cuando el noticiero me sorprende con relatos que se apartan de lo cotidiano para caer en lo insólito.
Esta semana amanecí con la historia de una australiana que murió a causa de su mascota, nada menos que un camello. El animal se lo habían obsequiado en su cumpleaños 60, sólo tenía diez meses, no obstante pesaba ya más de 150 kilos. Lo curioso es que, según la policía, el camello intentó aparearse con la granjera de Queensland. El trance le costó la vida a la mujer y quedar para la posteridad en una pose mortuoria algo ridícula.
Cuando todavía no me había olvidado del shock por tamaña estupidez, las páginas de El País me reservaban otra escena entre espeluznante y tonta: el caso de un joven serbio que, borracho y desnudo, penetró en la jaula de los osos del zoológico de Belgrado. Los guardias del parque belgradense ni siquiera pudieron recuperar el cadáver del intruso.
Semanas atrás, también en el diario español, había visto estupefacto el video de un argentino igualmente sin ropas y pasado de tragos, que trepó por la fachada de la Catedral de La Paz, Bolivia. Luego de que intentara agarrar una soga que le pasaron los bomberos, al tratar de rescatarlo, el turista de 26 años resbaló y cayó hacia su propia muerte.
No niego que hechos como estos me deprimen un poco, aunque me dejen dudoso entre vapulear la irresponsabilidad de tales actos o desestimarlos con una concesión al pragmatismo. Es elemental que los humanos somos frágiles por naturaleza. Los superhéroes sólo existen en las historias que cuentan ciertos escritores o muestran algunas películas, no en la realidad. Ya veo que los fabricantes de uno de los juegos de mi teléfono móvil, en el que el protagonista sale disparado como bala humana de un cañón, no están tan desorientados cuando alertan a los usuarios de que no traten de repetir las escenas animadas que observarán en la mínima pantalla de sus celulares.
Sin embargo, lo que de verdad me inquieta es el aparente desprecio por la vida, conclusión a la que llego tras el análisis de casos como estos que he descrito. Las personas mueren, irónicamente, cuando alcanzan el límite de su capacidad para divertirse. La diversión consiste en beber en abundancia, o en satisfacer un determinado deseo o fantasía, hasta perder la conciencia de los propios actos. Un exceso y ¡zas!, el último.
No quiero caer en radicalismos mesiánicos, ni hacer una elegía emancipadora sobre la felicidad de estar vivo. Al menos para mí queda claro que existir es, entre otras cosas, reconocer que uno está en el universo quizá por una razón y la propia confirmación de esa certeza (o su negación) merece que permanezcamos alerta y respirando mientras los días transcurren. Puedo comprender que no siempre haya motivos para celebrar el trayecto personal por este mundo, pues sé de aquellos que, debido a tal o más cual causa, malviven en el planeta. Hasta entiendo a los suicidas, aunque hay una notable diferencia entre morir como un acto individual consciente y perecer por imbecilidad.
Me vienen a la mente las historias recientes en Londres y otras ciudades inglesas, en las que más de una docena de adolescentes han sido tiroteados por rivalidades de pandillas juveniles, apuñaleados con desidia y hasta por error. Además de haber creado un clima de inestabilidad y de ocupar titulares en tabloides, estos hechos me parecen el mejor ejemplo de cuanto se desprecia la vida en la Tierra. La lista de casos similares se me hace interminable ahora, podría añadir tanto a los fundamentalistas musulmanes que abogan por la interminable masacre de infieles, como a los grupos rivales en las zonas conflictivas del planeta, donde las victorias se relatan no como el resultado de previas estrategias militares, sino como un básico recuento de cadáveres.
A diario se escuchan y observan escenas dolorosas de pérdidas y víctimas, aunque puede que en el ánimo de quienes dirigen y producen programas noticiosos como Today, haya al menos un deseo de animar a sus oyentes. Por eso cuando tantas personas mueren por causas inevitables, uno de repente se queda sin saber cómo reaccionar ante noticias de muertes absurdas. Tal vez con sorna, admirándonos del grado de estupidez de los protagonistas; tal vez con lástima, previendo una explicación racional para semejantes disparates, o tal vez con moralizante indiferencia, cuestionándonos la necesidad de ventilar tales estupideces. En lo personal, siempre me queda la duda de ¿seré solo yo el único preocupado con tanto desprecio por la existencia humana?
2 comentarios:
¿Y cómo anda usted hoy señor mío? Me alegra que escuches el programa 'Today' ya que lo considero radio fundamental para empezar el día. Admito que me acostumbré a oírlo por mi esposa para la cual es como el pan nuestro de cada día.
En cuanto a lo que escribes de la violencia entre jóvenes, el terrorismo musulmán y la guerra, supongo que te refieras a Irak y Afganistán, la diferencia estriba en que el primero de los casos no es tanto el desprecio a la vida humana sino la devaluación de ella. Cuando lo único que media entre tú y un par de tennis nuevos (o poppis, te acuerdas?) es un individuo, no vas a vacilar por tan pequeño obstáculo. Y con el mercado negro de arma de fuego en su apogeo, hoy es más fácil comprarse una Kalashnikov que una McDonald's, y muy pronto verás el "Dos por el precio de una" en la calle. En cuanto al terrorismo musulmán, esté es mucho más difícil de comprender y atacar. Tiene un basamento religioso y esta estructura lejos de invitar al diálogo lo cancela e ignora. ¿Qué se puede hacer? Las guerras son más faciles de entender. La industria armamentista es la que produce más dividendos tanto en los Estados Juntos como en 'Blighty' por tanto mientras más guerras haya, mejor para los productores de armas y los gobiernos que la apoyan. Aquí no hay desprecio por la vida, sino aprecio por el dinero. No en balde se aferran los estadounidenses a su Segunda Enmienda de la Constitución. Y no en balde la Asociación Nacioanal del Rifle están siempre detrás de ellos.
Para mi no es tanto que se desdeñe la vida sino que nuestras distracciones materiales, espirituales y religiosas están ocupando un lugar privilegiado. Donde estaba antes la familia, está ahora el trabajo, donde antes uno se sentaba una buena comida caliente con postre y una buena taza de café al final, ahora la sustituye el McDonald's. En fin, el mar.
Me alegro que te vaya bien y es una lástima que no haya podido organizar la parrillada que tenía pensada. ¡Pero con estos truenos (literalmente) quién duerme! Me estoy leyendo 'Travesuras de la Niña Mala' de mi tocayo Vargas Llosa. Es la primera novela que me leo de él y hasta ahora me gusta la trama. Al menos me quitará el mal gusto que me dejó 'El Mar de Jade' el peor libro que he leído en el 2007.
Chao, cuídate y sigue con tus Notas en Línea.
Ivan, siglos que no posteas. por que tanto silencio? Besos, damaris
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