lunes, julio 25, 2016

En bici por La Ruta del Danubio (IV)

4. De Grein a Melk y luego a Krems.

Dejamos la Granja Kamleitner en una nublada mañana de viernes. Bajar aquellas pendientes boscosas fueron todo un ejercicio de caída libre. Al final hasta la distancia entre Schacherhof y Grein me pareció mucho menor que la recorrida el día anterior. Vimos un par de cafés donde desayunar, pero nos quedamos con el Café Willi’s, que también era panadería y servían semmels acabados de hornear. Minutos más tarde ya estábamos de vuelta en la ciclovía. El día continuaba nublado, aunque no parecía que nos iba a acompañar la lluvia de la segunda jornada.

Teníamos planeado llegar a Melk y pasar allí la noche, daría tiempo para que mis amigos visitaran la famosa abadía benedictina. Sin embargo, nuestro ritmo de pedaleo otra vez nos desbarataba todos los planes y a los pocos minutos ya estábamos cruzando hacia la ribera sur por el puente de Klein Pöchlarn. Era la sexta vez que atravesábamos el Danubio.

Llegamos a Melk casi al mediodía y fuimos directo a la abadía. Es curioso, de esta localidad austríaca procede el protagonista de la célebre novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, Adso de Melk. Es quizás la única relación con la historia y la posterior película de Jean Jacques Annaud, aunque Marta me comentó que había leído blogs de otros que también habían realizado el recorrido que aseguraban que la película se había filmado allí.  Ya la había visitado el pasado año, habíamos llegado en auto y casi no nos habíamos movido del los alrededores de la abadía y su museo. Por eso pensé que Melk se reducía a aquella zona, no obstante, como esta vez entramos directamente por las calles del pueblo, descubrí un área de actividad muy diferente a la que había visto la vez anterior. El centro de la ciudad estaba muy animado, lleno de turistas.

Los amigos visitaron el museo y luego regresamos a la Wiener Straße donde recalamos en una restaurante italiano en un sótano de techos abovedados. Y mientras esperábamos por pizzas y fladenbrots  decidimos seguir rumbo a Krems antes que pasar en Melk el resto del día. La ciclovía nos llamaba, al parecer. De modo que salimos poco después del mediodía, confiados en que, a nuestro ritmo de pedaleo, llegaríamos al objetivo antes de que cayera la tarde. No teníamos idea de dónde pasaríamos la noche, pero sí confianza en que nos las arreglaríamos.

En la tarde nos esperaban las espectaculares vistas de la región del Wachau. Viñedos y campos de albaricoques acompañaban la ruta. Hicimos un alto en Dürstein, donde también encontramos a decenas de turistas, la mayoría norteamericanos e italianos. De todos los pueblos y ciudades que encontramos por el camino, este fue uno de mis preferidos. Estoy seguro que volveré a visitarlo con más calma, para subir a las ruinas romanas donde el famoso Ricardo Corazón de León estuvo prisionero a la espera de un rescate.

El resto del recorrido me pareció demasiado corto. En breve entrábamos en Krems, lo que nos demostraba que había sido buena la estrategia de no quedarse en Melk. Como urgía buscar un lugar para pasar la noche fuimos hasta el buró de turismo para preguntar sobre pensiones y hostales, las opciones más baratas. La empleada del buró fue muy agradable y nos dio la lista de los sitios que tenían habitaciones disponibles, pero nos aclaró que faltaban cinco minutos para cerrar. Salí a la calle a hacer un par de llamadas. Logré hablar con dos de los hostales de la lista, pero me informaron que ya no tenían vacantes. Y por supuesto, cuando volvimos ya el buró de turismo estaba cerrado, puntualidad austríaca.

Por suerte recordé que el camino había visto algunos hostales con banderines que anunciaban habitaciones disponibles. Solo era preciso regresar por el mismo camino. Llegamos a una en cuya puerta había visto previamente un cartel con un número de teléfono y que ahora estaba custodiada por una anciana de redecilla en la cabeza. Pregunté si tenía habitaciones disponibles o una tres personas. Nos dijo que sí y nos invitó a acompañarla para que la viéramos. Era perfecto lo que necesitábamos.

Resuelto el alojamiento nos quedaban unas horas para recorrer el centro de Krems, también lleno de calles adoquinadas y edificios antiguos. Cenamos en un sitio muy acogedor, la Gasthaus Jell, donde rápidamente y para alegría de las meseras agotamos dos botellas de un blanco (Domäne Wachau), por cuya fábrica habíamos pasado en horas de la tarde.


A la mañana siguiente durante el desayuno en la casa de huéspedes conversamos brevemente con el dueño, cuya mujer es mexicana y entre ambos administraban dos hostales en la ciudad. Él había vivido varios años en México hasta que decidieron regresar a Austria, por lo que hablaba perfecto español. Pagamos, nos despedimos y emprendimos la ruta que habría de llevarnos a Klosterneuburg, donde dejaríamos las bicicletas para que fueran devueltas a su clínica en Passau. Sería el último día del trayecto en el completaríamos los más de 300 kilómetros de la ruta.

Continuará

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