4. De Grein a Melk
y luego a Krems.
Dejamos la Granja Kamleitner en una nublada
mañana de viernes. Bajar aquellas pendientes boscosas fueron todo un ejercicio
de caída libre. Al final hasta la distancia entre Schacherhof y Grein me
pareció mucho menor que la recorrida el día anterior. Vimos un par de cafés
donde desayunar, pero nos quedamos con el Café Willi’s, que también era
panadería y servían semmels acabados de hornear. Minutos más tarde ya estábamos
de vuelta en la ciclovía. El día continuaba nublado, aunque no parecía que nos
iba a acompañar la lluvia de la segunda jornada.
Teníamos planeado llegar a Melk y pasar allí
la noche, daría tiempo para que mis amigos visitaran la famosa abadía
benedictina. Sin embargo, nuestro ritmo de pedaleo otra vez nos desbarataba
todos los planes y a los pocos minutos ya estábamos cruzando hacia la ribera
sur por el puente de Klein Pöchlarn. Era la sexta vez que atravesábamos el
Danubio.
Llegamos a Melk casi al mediodía y fuimos
directo a la abadía. Es curioso, de esta localidad austríaca procede el
protagonista de la célebre novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, Adso de
Melk. Es quizás la única relación con la historia y la posterior película de
Jean Jacques Annaud, aunque Marta me comentó que había leído blogs de otros que también habían realizado el recorrido que aseguraban que la película
se había filmado allí. Ya la había
visitado el pasado año, habíamos llegado en auto y casi no nos habíamos movido del los alrededores
de la abadía y su museo. Por eso pensé que Melk se reducía a aquella zona, no obstante,
como esta vez entramos directamente por las calles del pueblo, descubrí un área
de actividad muy diferente a la que había visto la vez anterior. El centro de
la ciudad estaba muy animado, lleno de turistas.
Los amigos visitaron el museo y luego
regresamos a la Wiener Straße donde recalamos en una restaurante italiano en un
sótano de techos abovedados. Y mientras esperábamos por pizzas y
fladenbrots decidimos seguir rumbo
a Krems antes que pasar en Melk el resto del día. La ciclovía nos llamaba, al
parecer. De modo que salimos poco después del mediodía, confiados en que, a
nuestro ritmo de pedaleo, llegaríamos al objetivo antes de que cayera la tarde.
No teníamos idea de dónde pasaríamos la noche, pero sí confianza en que nos las
arreglaríamos.
En la tarde nos esperaban las espectaculares
vistas de la región del Wachau. Viñedos y campos de albaricoques acompañaban la
ruta. Hicimos un alto en Dürstein, donde también encontramos a decenas de
turistas, la mayoría norteamericanos e italianos. De todos los pueblos y
ciudades que encontramos por el camino, este fue uno de mis preferidos. Estoy
seguro que volveré a visitarlo con más calma, para subir a las ruinas romanas
donde el famoso Ricardo Corazón de León estuvo prisionero a la espera de un
rescate.
El resto del recorrido me pareció demasiado
corto. En breve entrábamos en Krems, lo que nos demostraba que había sido buena
la estrategia de no quedarse en Melk. Como urgía buscar un lugar para pasar la
noche fuimos hasta el buró de turismo para preguntar sobre pensiones y
hostales, las opciones más baratas. La empleada del buró fue muy agradable y
nos dio la lista de los sitios que tenían habitaciones disponibles, pero nos
aclaró que faltaban cinco minutos para cerrar. Salí a la calle a hacer un par
de llamadas. Logré hablar con dos de los hostales de la lista, pero me
informaron que ya no tenían vacantes. Y por supuesto, cuando volvimos ya el
buró de turismo estaba cerrado, puntualidad austríaca.
Por suerte recordé que el camino había visto
algunos hostales con banderines que anunciaban habitaciones disponibles. Solo era preciso regresar
por el mismo camino. Llegamos a una en cuya puerta había visto previamente un
cartel con un número de teléfono y que ahora estaba custodiada por una
anciana de redecilla en la cabeza. Pregunté si tenía habitaciones disponibles o
una tres personas. Nos dijo que sí y nos invitó a acompañarla para que la viéramos. Era perfecto
lo que necesitábamos.
Resuelto el alojamiento nos quedaban unas
horas para recorrer el centro de Krems, también lleno de calles adoquinadas y
edificios antiguos. Cenamos en un sitio muy acogedor, la Gasthaus Jell, donde rápidamente y para alegría de las meseras agotamos dos botellas de un
blanco (Domäne Wachau), por cuya fábrica habíamos pasado en horas de la tarde.
A la mañana siguiente durante el desayuno en
la casa de huéspedes conversamos brevemente con el dueño, cuya mujer es
mexicana y entre ambos administraban dos hostales en la ciudad. Él había vivido
varios años en México hasta que decidieron regresar a Austria, por lo que
hablaba perfecto español. Pagamos, nos despedimos y emprendimos la ruta que
habría de llevarnos a Klosterneuburg, donde dejaríamos las bicicletas para que
fueran devueltas a su clínica en Passau. Sería el último día del trayecto en el completaríamos los más de 300 kilómetros de la ruta.
Continuará
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